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Del mismo modo que un árbol, la Congregación tiene como raíz a Pedro Legaria, las Tres primeras Hermanas y los Ejercicios Espirituales; un tronco, y unas ramas y hojas que son tantas hermanas y tantos años de historia, llamadas a crecer y multiplicarse.

El verdadero discipulado es seguir los pasos de Jesús, ir detrás, interiorizar sus sentimientos.  Sabemos que asimilar la vida concreta de Jesús hasta en los más mínimos detalles es gradual: consiste en ir “con Él y como Él”; aprender de sus actitudes; y sobre todo, aprender a estar a la escucha de la voluntad del Padre.

Don Pedro Legaria y las tres primeras Esclavas de Cristo Rey: María Laporta, Áurea Martínez y Ángeles Simón, vivieron su vocación como seguidores y discípulos de Jesús y pusieron las bases de nuestra Congregación y sus vidas siguen siendo inspiradoras para nosotras.

Pedro Legaria Armendáriz

Nació el 2 de junio de 1878 en Tudela – España. Fue el segundo de cuatro hermanos, nacido en una familia humilde de grandes y arraigadas convicciones religiosas (Tomás, uno de sus hermanos, también fue sacerdote); hijo de Pedro Legaria (oriundo de Tarazona) y Teodora Armendáriz (nacida en Solchaga).

El acendrado carácter sacerdotal que le inundaba hizo de él  una oblación “de todo su ser físico, intelectual y moral por la gloria de Dios y la salvación de las almas”. Caracterizado por su rectitud y docilidad a las insinuaciones de los Superiores.

En sus frases se vislumbra su fe viva, su amor gozoso a Dios, su impulso apostólico por llevar a todos al corazón de Cristo y a su Madre Inmaculada.

Forjado en la fragua de  los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, que tanto valoró y amó, no es extraño su deseo de pertenecer a la Compañía de Jesús. Entre sus devociones predilectas encontramos: la devoción al Sagrado Corazón, la Eucaristía y la Virgen Inmaculada.

Breve recorrido por su caminar:

  • A los once años ingresa al seminario diocesano de Tudela.

  • El 20 de diciembre de 1902 es ordenado sacerdote en Tarazona, y al día siguiente, 21, y sin esperar la solemnidad de Navidad, celebra su Primera Misa en la Iglesia extramuros de los Padres Capuchinos de Pamplona.

  • En 1904 fue nombrado coadjutor de la Parroquia de Paracuellos de la Ribera.

  • El 18 de Marzo de 1906 fue nombrado Regente de Murchante y Ecónomo a principios de Abril del mismo año.

  • El 24 de Marzo de 1906 marchó a Murchante, donde fue Párroco por más de 30 años. En Murchante, se dedica a promover con mucha vitalidad grandes devociones de la vida cristiana; trabaja incansablemente en la catequesis – formando catequistas y confesaba tanto cuanto le fuese posible. Así mismo, impartía los ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, a los feligreses, comprobando su eficacia, no sólo para sacar las almas del lodazal de los vicios, sino además para hacerlas elevarse hacia las cumbres de la santidad.

  • En 1913 imparte los Ejercicios Espirituales en completo retiro (Cintruénigo – Navarra) para algunos de sus feligreses.

  • En 1915 empieza a soñar con la fundación de una Congregación Religiosa Femenina, dedicada totalmente a la obra de Ejercicios Ignacianos.

  • Desde 1915 y hasta 1932, estudió con detención todo lo necesario para dar canónicamente los primeros pasos y ver los medios económicos de que se podía disponer. Contaba con el apoyo de tres jóvenes piadosas (María Laporta Martínez, Angeles Simón Osés y Aurea Martínez Pardo) de Murchante. Fueron redactando normas y costumbres por las que había que regirse, y comenzaron a poner en práctica lo que prudentemente se podía adaptar a las circunstancias de cada una.

  • El 15 de junio de 1928 D. Pedro ve realizada esta Obra toda del Divino Corazón con el inicio de la vida en común de las tres primeras hermanas en la Casa de Ejercicios de Tudela.

  • El 3 de mayo de 1941 quedaba aprobada como Congregación de Derecho Diocesano.

  • En 1942, D. Pedro deja  la parroquia para iniciar de lleno la formación de sus “Hijas”.

Últimos años: En los últimos años de su vida D. Pedro pudo contemplar emocionado la fidelidad de aquel Corazón Divino del que tanto se había fiado y al que tanto había amado:

  • El estímulo recibido en la audiencia privada con el Santo Padre Pío XII durante su viaje a Roma en 1952.

  • La concesión de emitir los votos de la Compañía de Jesús en la hora de la muerte.

Ya todo se iba cumpliendo… y aquella lámpara consumida para alumbrar el fuego divino, se iba apagando… hasta que por fin descansó en el Divino Corazón el 30 de septiembre de 1956.

La Iglesia lo declaró Venerable el 20 de diciembre del 2002, y su proceso de beatificación está siendo estudiado actualmente en Roma.

 

María Laporta Martínez

Nació en Murchante (Navarra – España) el 22 de marzo de 1892. Vivió de los 11 a los 15 años en Tudela y después de este tiempo vuelve a Murchante, donde comienza a dirigirse con D. Pedro Legaria, Párroco del pueblo y futuro fundador de las Esclavas de Cristo Rey.

María fue un instrumento usado por Dios en el nacimiento de la Congregación y podemos decir  que de una u otra manera se manifestó por medio de ella para confirmar a Don Pedro el deseo de fundar. Es la primera de la “Milicia de Jesús” y es por eso que Don Pedro encargará a sus religiosas: “tengan a María de la Cruz por su cofundadora, ámenla con todo el corazón y encomiéndense a ella. Si muere, guarden cuidadosamente su cuerpo, escriban su vida y propaguen sus hechos y virtudes”

María no entra en la Congregación como parte de la comunidad. Aunque Don Pedro y las demás compañeras la consideran y la llamarán, por descontado, el número UNO. Se queda en Murchante con su familia, por más que ira con libertad a la casa de ejercicios, donde se la reconoce como verdadera Madre de la Congregación.

Al final sus hermanas la cuidan en la enfermedad, recogen sus últimas lágrimas en la agonía y cuando muere el 15 de Julio de 1959 se la llevan de Murchante al panteón de la casa de ejercicios de Tudela.

 

Ángeles Simón Oses

Nació el 2 de agosto de 1884 en Murchante (Navarra – España), en una familia de arraigadas convicciones de fe y acomodada situación económica. Sus padres Manuel Simón y Juana, quien era maestra; sus hermanas Araceli (También Esclava de Cristo Rey) y Asunción.

Dotada con un carácter bondadoso y dulce, amable y complaciente, siempre acogedor. Era como un reflejo de la Bienaventuranza evangélica: “Dichosos los pacificadores, los que tienen paz en sí y la van sembrando a su paso”. Era parca en el hablar, enemiga de toda crítica y exquisita en la caridad. Amaba el silencio y la humildad le hacía vivir escondida. Angelical y profunda, abnegada, llena de amor…

Con su sencillez innata, plenamente integrada en la familia religiosa de la Esclavas de Cristo Rey, como trasunto de la comunidad Trinitaria, llevó a cabo importantes trabajos de organización de las Casas de Ejercicios, realización de las tandas, intenso aporte de trabajo y de impulso apostólico.

Participó de lleno en la preparación de las vicisitudes que precedieron la fundación de las ECR. Durante la época de espera de aprobación de la fundación, le fue asignado el cargo de Ángel de Postulantes.

Una vez establecida la primera Casa de Ejercicios en Tudela, fue nombrada Superiora de la Comunidad, también fue Superiora de la Casa de Ejercicios de Madrid Aproximadamente en el año 1935.

Después de haber sido superiora de la Comunidad de Madrid lo fue también de las de Burlada, Covadonga, Pedreña y Tudela. Era a la vez consejera y no se ahorraba sacrificios para compaginar bien sus actividades teniendo como norma el cumplimiento del deber.

Por los años 58 – 59 se vio libre de cargos de gobierno, pero no de su actividad en la medida que la edad le permitía. Residió en Burlada, encargada de la sacristía con las novicias.

Sus últimos años transcurrieron en la Casa-Madre de Tudela; puede decirse que no se le vio enferma, ni necesitó cuidados de ninguna clase, hasta que en el verano de 1968, habiendo hecho Ejercicios Espirituales con la Comunidad, del 24 de Junio al 2 de Julio, al final se sintió fatigada por un pequeño amago de angina de pecho que le había dado.

El 8 de Julio, de repente, se sintió enferma de gravedad; llamaron de inmediato al sacerdote, quien le administró la Santa Unción. Acompañada de las Hermanas, que oraban a su lado, suavemente, sin agonía y con placidez, pasó a la Casa del Padre la que siempre se mostró fiel Hija de Dios.

Los funerales se celebraron el día siguiente, 9 de Julio, en la Capilla de la casa, oficiando el párroco de San Jorge.

 

Aurea Martínez Pardo

Nació en Murchante (Navarra – España) el día 24 de Agosto de 1893. Fueron sus padres D. Anselmo Martínez y Doña Carmen Pardo, de privilegiada posición social, sin embargo, fue de más alto precio la herencia que dejaron a sus hijos por la transmisión de la fe y el ejemplo de sus virtudes cristianas.

Desde muy joven experimenta el deseo de consagrar su vida al Señor, y a  los  14 años ya hacia el voto de castidad privadamente; se entrega a la limpieza del templo, con abnegación y humildad edificantes, con espíritu fino, privilegiada en la verdad y muy prevenida en la gracia.

Junto con M. María y M. Ángeles hace parte del “selecto” grupo que el Señor se escogió para llevar adelante esta Obra que es toda de su Corazón, las Esclavas de Cristo Rey. Después de varios años de preparación (desde 1916), el 15 de Junio de 1928, comenzaron a vivir en comunidad, al entrar las tres primeras en la Casa, llevando una de ellas -M. María- una pequeña estatua del Corazón de Jesús, la introdujo en primer lugar, significando que el primer puesto era el suyo y ellas se colocaban bajo su amparo.

Le correspondió más adelante a M. Aurea colaborar intensamente en la preparación de los documentos que se necesitaron cuando llegó la hora de solicitar a la Santa Sede la aprobación canónica de la Congregación. También, es nombrada por el Obispo de Tarazona y Administrador Apostólico de Tudela,  Superiora General. La humilde M. Aurea, se sintió sobrecogida al oír su nombre, y su primer impulso fue renunciar, pero el Sr. Obispo no aceptó su renuncia.

La vida de M. Aurea transcurrió por los caminos del Evangelio, en la confianza segura en el Padre celestial y el deseo ardiente de la salvación de las almas, muy unida a la misión del Redentor. A través de su experiencia de encuentro con el Señor manifiesta una frase que se nota salida desde las entrañas de su Corazón: “Me doy toda y con todo lo mío”

Su salud, siempre delicada, fue debilitándose y la enfermedad se intensificó a finales de 1955, hasta que llegó el momento en que ya no pudo levantarse, quedando tranquila y sin manifestar la más mínima queja por su malestar. El médico comunicó la gravedad en que se encontraba, por lo que con pleno conocimiento y gran serenidad recibió el Viático y la Santa Unción.

El día 2 de Enero de 1956 fue la fecha de su tránsito a la eternidad, unos momentos antes entró la M. Superiora en la habitación, pues quería despedirle, y le preguntó: “M. Aurea, ¿se va al cielo?”, y contestó serenamente su frase acostumbrada: “Yo no quiero sino lo que Dios quiera”; eran las 6:45 de la madrugada, cuando rodeada de la M. General, M. Hilaria de Solozábal, y de varias hermanas más, entraba en la región de la vida y de la paz.