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Se trata ahora de recoger los frutos de las etapas anteriores y de continuar el propio crecimiento humano y espiritual. Es un tiempo de integración en el que normalmente se enfrentarán las crisis propias del realismo de la vida religiosa.

A las junioras les corresponderá ahora abrirse situaciones nuevas: actividad apostólica con una actividad fuerte, la formación académica, la convivencia en una comunidad más pequeña.

Se profundiza en los diversos aspectos de la formación: “humano, espiritual, comunitario, apostólico e intelectual y académico” de modo que estos diferentes aspectos de la vida de una ECR propicien un crecimiento equilibrado, armonioso y unificado.

La etapa del juniorado está orientada a la profundización, integración y consolidación vocacional de una forma cada vez más personalizada; las experiencias formativas y todo lo que en las etapas anteriores se vive como iniciación a la vida consagrada, se somete ahora al realismo y el contraste de la vida cotidiana, que han de llevar a una Experiencia Fundante. La formación académica que se llevará a cabo en esta etapa (Teología – Ciencias religiosas y filosofía) se integrará con la formación propia del instituto.

Esta etapa puede durar cinco años y ser prolongada hasta ocho años antes de la profesión de Votos Perpetuos Los dos primeros años de juniorado se recomienda que se hagan en la comunidad y obra apostólica dispuesta para esta etapa, una vez culminados estos dos años la joven ECR se incorporará en una comunidad profesa donde continuará su formación y actividad apostólica hasta terminar la etapa de juniorado.